De la ciencia a las letras
Cualquiera podría pensar que los temas científicos no guardan mayores relaciones con las artes literarias o con las tareas propias del periodismo.
Parece lógico suponer que la ciencia es un asunto exclusivo de la realidad cotidiana, que no admite alardes verbales ni arrebatos de la imaginación, de la misma manera que la literatura es, por el contrario, el par de alas del espíritu, el regocijo del alma, los alardes que se le ocurren al corazón.
Incluso, algunos autores han hablado ya de “esas dos culturas que se miran con desconfianza por encima de una barrera insalvable”. Parece lógico pensar así, y llegar a esa conclusión, vuelve y digo.
Remberto Burgos de la Espriella es el ejemplo preciso y exacto. Se trata de uno de los científicos más respetados y reconocidos de Colombia y de la América Latina, maestro auténtico en las complejas intimidades de la neurocirugía, y, al mismo tiempo, narrador de historias, autor de libros y crónicas, columnista de la prensa.
Lo más bello en su estilo de escritor, y lo más útil para sus lectores, es la manera original y atinada que Remberto Burgos tiene para mezclar ambas cosas en un mismo texto: la receta tradicional para cocinar el arroz con coco de los campesinos de su tierra cordobesa –que también es la mía, a mucha honra– con sus recomendaciones profesionales para cuidar el cerebro durante la pandemia del coronavirus.
Como podrán ustedes deducirlo de lo que acabo de decir, Burgos es, sin duda, uno de los escritores más originales de la historia de Colombia. No en vano él mismo se ha definido diciendo: “Soy un neurocirujano con alma de ganadero cordobés”. De ganadero y de jinete, además, como pueden comprobarlo ustedes mismos al ver la fotografía al galope que, bajo un sombrero de vueltas típico de nuestros campesinos, ilustra su número telefónico en internet.
Eso, lo que hace el doctor Burgos, es exactamente lo que solía llamarse “humanismo”, ese movimiento formidable que se produjo en la Europa de hace quinientos años y que pretendía, a propósito, juntar el alma y el cerebro, el corazón con el cerebro, los sentimientos con la razón.
He ahí la clave de la vida: el cerebro y el corazón unidos. Al cerebro hay que disciplinarlo primero para poderlo planear. Esa es la ciencia de Remberto Burgos. Pero, al mismo tiempo, la deliciosa narración de los años de la infancia, los amigos de la niñez, las costumbres y tradiciones de aquellos tiempos. Ese es su estilo. Y este libro es la combinación de ambos.
Esa es la tarea formidable y valerosa que él se ha impuesto en su vida: encontrar, a través de las letras, la gran vía que conduce del cerebro al espíritu. Yo podría decir que es la neurocirugía de los sentimientos. O los romances del cerebro. Es una aleación de las dos cosas.