Fernando Araújo Vélez

Un hombre para todos los tiempos

Habrá un tiempo, dentro de unos años, en los que alguien leerá este libro, estas columnas, y se sentirá como me sentí yo al leerlo, recorriendo a caballo las tierras de Córdoba, con su infinito sabor a magia, con sus posibles y todos sus imposibles, y verá en cada trozo de texto una parte del hombre que fue capaz de ser una excepción, y dirá, como yo, que Remberto Burgos de la Espriella es una maravillosa excepción a la humanidad de estos años de pandemia y robotización, de mediciones y corrupción. Un hombre que se atrevió a ser digno de ser humano, que profundizó con sus letras y sus columnas en la condición del colombiano de estos años, y que comprendió, por ejemplo, que lo grave de la corrupción no era, no es el dinero que se roban quienes se lo roban, sino el gravísimo ejemplo que dejan a su paso y las funestas consecuencias que genera en los más vulnerables la disminución de unos fondos o el tramposo cambio de un contrato.

Burgos de la Espriella es hoy esa voz de algunos que jamás tuvieron voz, y dentro de un tiempo será una de las pocas memorias sinceras, honestas, auténticas de esta época. Uno no necesita conocerlo en persona para saber de su inmensa cultura, de sus valores de antes de todas las guerras, de su capacidad de observación, de su pasión por el detalle y por el análisis. Basta con leerlo, y leyéndolo, con darse cuenta de que detrás de cada una de las palabras que ha escogido, detrás de su ritmo y la cadencia de sus frases, están él y si tierra. Él y su pasado. Él y sus utopías.