Terminar el bachillerato e ingresar a la universidad depara grandes retos y oportunidades para todo aquel que lo pretenda. Finalizar el pregrado necesariamente nos lleva a pensar en adelantar estudios de especialización y para los que optamos por medicina, exige, no solo una buena formación académica, sino un nivel de perseverancia y agudeza mental para enfrentar con paciencia el recorrido de presentaciones en diferentes universidades e inadmisiones en igual número. Antecede a todo esto, arduas jornadas de estudios que estructuran el conocimiento, pero, el no ingresar -en el primer intento- a la facultad de preferencia genera decepción, pero arrecia el espíritu y se continua el camino, sin pensar en derrotas sino con la determinación de alcanzar la meta con tesón y disciplina.
La dificultad para iniciar estudios de especialización en cualquiera de las disciplinas de la medicina, continúa siendo la ruta que pone a prueba la perseverancia y paciencia de todo aspirante.
Los pocos cupos que ofrecen las universidades nacionales pueden desanimar al más optimista, estos en nada se equiparan a la demanda de los que pretenden cursar especialización en sus facultades, lo que indefectiblemente lleva a un gran número de profesionales a migrar a otros países con el anhelo de continuar su preparación profesional. No soy la excepción, contemplé la idea de estudiar en centros de referencia mundial en cirugía plástica sin embargo mi prioridad siempre estuvo en Bogotá, tenemos una importante historia en formación académica y sin duda se cuenta con gran experiencia para entregar a la sociedad especialistas de talla mundial.
Tal dificultad no es del mundo contemporáneo, siempre ha sido así, guardando las proporciones del tiempo y el crecimiento poblacional. Sin embargo, por estas mismas circunstancias de aumento en la población de estudiantes de medicina, el cerco se estrecha a un más. Pero, el obstáculo mayor con que se debe lidiar, es la calidad del aspirante a ese preciado cupo, jóvenes con sólidos conocimientos académicos, idiomáticos, tecnológicos y verdaderos ciudadanos del mundo, lo que obliga a todos a ubicarse en el escenario de la excelencia para poder entrar a una competencia que nos mantiene expectante hasta ser notificados de la aceptación para iniciar en el programa de nuestra elección.
La felicidad de tan esperada noticia solo puede sentirla quien tanto ha luchado y se ha forjado con incontables horas diarias de estudio, de investigación, de trabajo comprometido, responsable y de privación de momentos familiares, sociales, culturales, por apostar a un proyecto de vida defendido con las garras del corazón.
A los que nos siguen no se desaliente, el camino es duro, pero se puede llegar.