El cerebro de mi gente, la del Caribe, es único. De Rafael Núñez, el Regenerador del Cabrero, decían sus contradictores que tenía una inteligencia oceánica. Las neuronas de García Márquez, volátiles y amarillas, organizaron bajo su pluma la más hermosa y cadenciosa comparsa de letras. Juan Gossain ha hecho de San Bernardo el tálamo que sopla el viento nostálgico de sus crónicas. Ernesto McCausland siempre ostentó un olfato privilegiado para buscar los orígenes de las noticias. David Sánchez Juliao mantuvo una conexión especial entre imaginación y lenguaje que lo convirtieron en inolvidable cuentero. Rafael Escalona, arquitecto y maestro, capaz de construir una casa con inmortales postes de compases duraderos. En esta privilegiada parte del planeta surgieron y siguen apareciendo a diario muchos otros talentos en todas las artes, cuya lista sería interminable.
Diomedes Díaz, dueño de una inspiración fértil e inagotable como el agua, y exponente de una creatividad natural para conjugar en ritmos, letras y vida los sucesos cotidianos. Este don natural se explica por la fusión mágica del cerebro derecho con el izquierdo, fenómeno maravilloso que es frecuente cuando se nace en el Caribe.
Cómo nace una canción
Su origen debemos buscarlo en el hemisferio cerebral derecho, ese que los artistas tienen dominante y donde se encuentra el campo preparado para que prenda la chispa. Esta chispa es la inspiración… No sabemos con precisión cuál es el sitio anatómico, pero el lóbulo temporal es la más aceptada como la estructura anatómica desde donde brota la inspiración.
Pero no puede ser solo el lóbulo temporal el responsable. Se necesita un circuito especial que involucre los lóbulos parietal-occipitales con el sistema límbico para que la chispa se transforme y la inspiración adquiera el cuerpo de una canción… Chispa, ritmo y melodía. Se ha demostrado que el flujo sanguíneo cerebral, esa gasolina que el cerebro necesita para ejecutar sus actividades, aumenta en todo el hemisferio cerebral derecho cuando se escucha música e incluso resulta importante para organizar la memoria musical.
No podemos excluir en esta integración al lóbulo frontal, y sabemos que la corteza prefrontal rostro-medial es clave para recordar los tonos musicales. Igualmente, la inspiración requiere el respaldo de la emoción, y esta se aloja en el sistema límbico el cual les permite a nuestros juglares el lanzamiento espontáneo de expresiones tan sentidas como “con sentimiento compa…” El sistema límbico se comporta en nuestros artistas como lo hace el acordeón; su forma la regula la iluminación: se expande con la inspiración, y va moldeando el destello que da origen a la creatividad y al nacimiento de la canción.
Se piensa que cuando escuchamos música la disminución en ciertos neurotransmisores es responsable del estado del individuo durante ese momento: disminuye el estrés por el descenso del cortisol y la somnolencia se debe al aumento de la melatonina.
Está demostrado que sujeto al grado de habilidad y agilidad motriz que el individuo desarrolle se encuentran la topografía y la anatomía de ciertas áreas del encéfalo que representan esas funciones. Los violinistas, por ejemplo, tienen la representación que hay en la corteza cerebral de la mano, muy desarrollada. Asimismo, y muy a propósito de la época actual, sucede con el pulgar; con la llegada de los nuevos teléfonos celulares, lo utilizamos tanto en las conversaciones virtuales que su representación cortical cerebral es mayor que lo normal. Nuestra actividad y la habilidad estimulan la neuroplasticidad cerebral para modificar las áreas cerebrales responsables de esa función.
En el caso de Diomedes Díaz, prolijo en composiciones, siempre llamó la atención su facilidad para improvisar. Eso que en el mundo vallenato conocemos como “versear” y en donde en una piqueria el cantante va soltando estrofas en respuesta al contrincante o a palabras claves que aparecen incluidas en las coplas.
Como Diomedes no hay otro,
ese nunca nacería,
y si nace no se cría,
y si se cría se vuelve loco…
Esto es posible solo si se mantiene la chispa encendida y la inspiración no se apaga. Lo entendemos por una habilidad innata del individuo y un entrenamiento de muchos años que dejaron abiertos circuitos propios entre el lóbulo temporal derecho y el sistema límbico. No tengo dudas de que Diomedes Díaz amplificó desde niño este talento innato y el ambiente donde creció facilitó la creación de esta red excepcional de entramados circuitos neurobiológicos desde donde germinaban sus canciones.
La ruta de la inspiración: del lóbulo temporal a la parranda
El hemisferio cerebral derecho es el de los artistas; el de la emoción y la creatividad, el que permite transformar la percepción en emoción. Es el hemisferio de la capacidad espacial y de los sentimientos. Pero el cerebro funciona como un todo, y para eso utiliza el puente anatómico que une los dos hemisferios y le da al individuo una identidad única, “dos mentes y un solo yo”. Estamos hablando de las fibras comisurales o de conexión interhemisférica. La más importante es el cuerpo calloso, que integra los dos hemisferios cerebrales. Alguien, con mucho sentido común, se refería a estos como la convivencia de “dos individuos dentro en un mismo cráneo”.
Tiene demostradas particularidades este enlace interhemisférico en los artistas: la parte anterior del cuerpo calloso es de mayor tamaño. No sabemos la razón por la cual esta autopista de conexión, que nunca se congestiona, crece y aumenta sus carriles. Lo cierto es su función es transportar la inspiración al área del lenguaje para que la canción adquiera nombre y letra. Se calcula que al cuerpo calloso lo constituyen 50 millones de axones y que en los artistas se aumentan estas vías para que el diálogo musical no se interrumpa.
El triángulo del lenguaje, formado a lado y lado de la cisura de Silvio en el hemisferio izquierdo, es el encargado de ponerle letra y ritmo a la canción recién nacida. Allí se modula y desde el giro temporal superior es transportada por un túnel axonal al Área de Broca (opérculo frontal) para que el virtuoso interprete su creación.
Cuando estamos en la parranda y escuchamos animadamente esta canción de Diomedes Puede haber más bellas que tú, pero eres la Reina, la información ingresa por nuestro oído y viaja por el tallo cerebral hasta el córtex auditivo primario y secundario. Sigue luego por dos vías neurales diferentes: el tono y ritmo se procesan en el hemisferio cerebral derecho.
La emoción y el tipo de reacción que nos produce la música involucran muchas áreas corticales y subcorticales del cerebro. Las regiones orbito y corteza prefrontal, la parte anterior del cíngulo y las conexiones del tálamo con el sistema límbico. Tenemos respuestas emocionales positivas (cercanía, aproximación) o respuestas negativas (retiradas). Las estructuras anatómicas que se activan están identificadas: núcleo accumbens para las emociones gratas y las amígdalas para las sensaciones de terror o miedo. Esto explica la fuerza del sentimiento y por qué cada individuo transforma a su compañera en “la Reina”.
El talento musical
Se nace o se hace artista es la disquisición filosófica que durante años hemos discutido. No hay duda de que el talento musical es uno de los dones naturales que nacen más temprano (Gardner: Estructura de la Mente, la teoría de las inteligencias múltiples), y desde los primeros meses vida los lactantes pueden asimilar la melodía y el tono de las canciones de la madre.
Es quizá la partida para condicionar el hemisferio cerebral derecho y esta capacidad de procesamiento musical se desarrolla antes de que aparezca el lenguaje.
El adiestramiento, aprendizaje y pulimento del talento musical se estructuran en cambio en el hemisferio cerebral izquierdo, donde se encuentra localizada el área del lenguaje. Cuando hacemos estudios de neuropsicología las habilidades musicales se van hacia el hemisferio derecho. Sin embargo, algunos pacientes afásicos que tienen lesión en el lóbulo temporal izquierdo pierden la capacidad musical secundaria a esta lesión de este don adquirido que es el lenguaje.
Entre más espontánea, natural y pura sea la canción, más dosis de hemisferio cerebral derecho; si es más estructurada, elaborada y “académica” se debe más al hemisferio izquierdo. La primera es natural, la segunda aprendida.
El talento musical es algo tan especial y complejo que utiliza los dos hemisferios cerebrales como lo hace el individuo para sus funciones cotidianas de vida. No podemos separar las canciones, la vida cerebral es indisoluble. Inseparable como son los dos hemisferios cerebrales que le dan identidad al individuo.
Anécdotas
Un par de anécdotas de los últimos meses de Diomedes; cuando le conocí como paciente, pude acercarme al cerebro musical del artista. Estábamos en salas de cirugía, en esos momentos previos cuando el hombre siente lo frágil y contingente que es el hilo de la vida.
Como rutina personal, en la inducción de la anestesia, le hablé así. “Cacique, piense en algo grato y bonito, llene su mente de recuerdos agradables que todas las cosas van a salir bien… algo que lo inspire”. Esto tiene un propósito, hace que el cerebro se llene de imágenes gratas para fomentar la producción de mensajeros (neurotransmisores) positivos y que estos mantengan durante los momentos difíciles la confianza y el optimismo. Me respondió: “espere un momento doctor”, y empezó luego a cantar un vallenato que nos inspiraría a él como paciente y a mí como cirujano.
Si un monteriano de ti llega a enamorarse
Dile que en el Valle tú tienes a un hombre fiel
Que no hace nada más que adorarte y tú lo adoras también
Cristina Isabel (Edilberto Daza)
En el repertorio inmenso de sus creaciones trajo en ese momento el vallenato oportuno que mencionaba a Montería, mi tierra. Me acordé mucho de la fuerza espiritual que dan estos símbolos y la imagen inolvidable de Happy Lora con el sombrero vueltiao escuchando “María Varilla” antes de subir al ring.
Usual en el cirujano es llegar tarde a la consulta; en uno de los controles posquirúrgicos llegué tarde a consulta y estaban, con razón, los pacientes molestos y ansiosos. Sin dudarlo le dije a mi asistente que hiciera pasar de primero a Diomedes, quien acababa de llegar. Muchos de los que estaban esperando se quejaron por esta preferencia. Diomedes se dio cuenta. Cuando salió les dijo a los pacientes: “quiero cantarles algo muy especial”, y a capela empezó a cantar un conocido vallenato. Los pacientes encantados le fueron haciendo eco y se acercaron de los consultorios vecinos para escuchar a este hombre recién operado con una voz bendecida. Luego la esposa le sugirió que cantara unos versos improvisados dedicados a su cirujano; después de cada estrofa, el ambiente formal de la consulta médica se fue transformando por Diomedes en una improvisada y abstemia parranda.
Lo dice todo el mundo
Diomedes se recupera de una
Por la cirugía de la columna
que le hizo el Doctor Burgos…
Con sus cantos les había dado el toque mágico e hipnotizado a los pacientes desesperados que no había podido calmar. Cuesta creerlo, el vallenato y su “efecto Mozart” tranquilizando a mis enfermos.
La naturaleza hace al hombre y su genética organizar con armonía las vías axonales de la comunicación neuronal para que el artista descubra y exprese con melodía los sucesos cotidianos. Así fue Diomedes, con un pedazo de acordeón en el hemisferio cerebral derecho y una inteligencia superior en el izquierdo.
Vamos a extrañar al artista inigualable y al campesino humilde, el ser generoso que, a pesar de todos los excesos, mantuvo cristalina y pura la inspiración genuina de los juglares de mi tierra.