Carta a Reynaldo Poblete

Bogotá, 26 de junio de 2020

Señor Presidente

Reynaldo Poblete

Comité Administrativo Celestial

FLANC
ESD

Apreciado Doctor Poblete:

Tengo bien presente esa tarde oscura y fría de 1985 en Detroit, cuando Manuel, caminando apresurado, llegó a mi puesto de trabajo en el Henry Ford, y me dijo: “Ve con Selman al Aeropuerto Metro y recogen a Reynaldo. Lo dejan en la oficina de Jim y mañana hablamos”.

En nuestro viaje al aeropuerto iba emocionado. Como devoto a la historia, particularmente de la neurocirugía, conocer a quien había sido el primer presidente de la FLANC era todo un privilegio para un fellow latinoamericano.

Vaya sorpresa cuando nos presentamos: un hombre simple, sencillo, barrigón, de esos que miran de frente y con pupilas sonrientes. Lejos de vanidad y de ese imaginario académico del Instituto que nació liderado por Asenjo. Hablamos de todo y le dejé en la oficina del Profesor Ausman, quien seguía por los monitores el ritmo de los casos neuroquirúrgicos.

Al día siguiente nos sorprendió su visita al laboratorio. Recuerdo ese día en el que no operábamos gatos (modelos experimentales de isquemia). Estaba dedicado a finalizar la traducción de los artículos para Neurocirugía–Neurocirugía. Su tono amable corrigiéndome e insistiéndome en ciertos términos médicos para no desdibujar el contenido.

Esa noche fuimos invitados por Manuel al restaurante chino en Windsor. Los escuché hablar de América Latina y sus problemas, de salud y de educación médica. Sin tono mesiánico o posiciones altisonantes. Proyectaban hacer cadenas de intercambios para que los jóvenes neurocirujanos de todos los países tuviesen la oportunidad de ver otras latitudes y volver a su centro de origen.

Días después, usted regresó a su país. Pocos años más tarde nos vimos en Santiago. Su amabilidad extrema de ofrecernos su casa para que nos hospedáramos la recuerdo con gratitud. En estos siete días compartidos le aprendí lecciones de vida. Estaba más interesado en el presente y preocupado por el futuro.

El pasado no me desvelaba. No entiendo, mi curiosidad histórica se comportó cual amnesia selectiva transitoria y olvidé preguntarle cómo fueron esos días cuando nació la FLANC. Como Korsakov, debo reconstruirla y aspiro no confabular.

Intentaré una fotografía para llenar ese lapsus de memoria. El Profesor Harb de Guayaquil, exigente anfitrión y descendiente libanés, ya había regañado al personal administrativo encargado de los arreglos. Usted, sentado, tranquilo y sonriente esperando a sus colegas latinoamericanos. Humberto Hinojosa, su temperamento Inca y el ceño fruncido, ocultando la satisfacción del nacimiento de esta nueva colonia con el borrador de los estatutos en su vieja carpeta. Gustavo Cornejo, presidente de la nueva Asociación de Neurología y Neurocirugía del Ecuador y activo en la redacción de las normas lo tranquilizaba. Krivoy y sus chistes oportunos para relajar el ambiente. De pronto aparece cual mosquetero Juan Mendoza Vega y en vez de espada, el nuevo símbolo de la FLANC. Basauri, alto, flaco y silencioso como siempre. Cavilando en cirugía pediátrica, reconstrucción cráneo-facial y el futuro Simposio Raúl Carrea. Difícil entender al Profesor Mangabeira: el aire acondicionado y el viento del abanico de techo arrugaban con ruido las cortinas hacia los dos escaparates. Roberto Santos, recién llegado de Europa y apoyado junto a la ventana del salón del antiguo Hotel Ramada, pensaba. Los cristales le permitían contemplar el Río Guayas y su acompañante: el malecón. Recuerde, doctor Reynaldo, le tocó apaciguar los ánimos de Mangabeira y Harb. Y la decisión de los asistentes: Usted, nuestro primer presidente de la Federación Latinoamericana. ¡Para siempre!

En la construcción de los estatutos y conociéndole su capacidad resolutiva no creo que le haya solicitado al recién Comité Administrativo revisar los reglamentos de los fundadores. ¿Por qué nació como Comité Permanente y no como FLANC? ¿Por qué Congresos Sudamericanos de Neurocirugía, sin la filosofía incluyente de Centro y Norteamérica?

Guayaquil en 1981 era un pueblo grande. Estaba con los recuerdos de la huelga de los policías (salarios atrasados y no aguinaldos navideños) pero endulzaba el hecho de que de esa región era Miss Ecuador. Las iguanas atentas se dormían con el atardecer.

En ese contexto hoy me atrevo a preguntarle: ¿por qué la nueva Federación Latinoamericana de Neurocirugía nació sin personería jurídica? Ustedes, visionarios del devenir, ¿nunca pensaron que una sociedad sin ánimo de lucro necesitaba una legitimidad para adquirir derechos y obligaciones? ¿No alcanzaron a imaginar que los nervios de América Latina suturada con la seda de Asenjo y anudada por Shroeder sería una poderosa sociedad continental? Esta omisión de legitimidad duró cerca de cuatro décadas. Mi inconcluso libro de Historia de la Neurocirugía Latinoamericana (nada que avanzo, doctor Poblete) clasifica los presidentes de ese periodo como la segunda generación. Todos ellos transitaron como sociedad de amigos y colegas neuroquirúrgicos que nos reuníamos cada dos años. Ninguno de ellos encendió la chispa de la legitimidad. Gregarios y seres sociales afines a las neurociencias nos acercábamos como camaradas.

Pasamos la página esta historia fundacional y vino, Maestro querido, lo que denomino: “La inflación de la FLANC”, por la explosión del CLAN. Los tres jugosos congresos latinoamericanos, el de Buenos Aires, el de Cancún y el de Bogotá. Simular el futuro es tan difícil, pero esta adhesión de los colegas y la participación generosa de la industria construyó para la FLANC un gran capital. Así la soñada misión, por la que ustedes se desvelaron, tenía músculo. El arca educativa era una oportunidad para los jóvenes, y para utilizar estos recaudos de los congresos invirtiéndolos en la sociedad del conocimiento. Su legado y nuestra herencia: la formación. No tiene otra finalidad este recurso acumulado: sin vanidades, cero veleidades o accesorios. Para e-educación, libros, bibliotecas. Igualar oportunidades de formación. Hay que gastarlo íntegro en esta tarea. Austeridad en gastos y generosidad en educación.

Querido Maestro: no me diga que hay otros en esta cofradía que puedan responder. ¿Sin Usted presente, tiene sentido buscar 39 años después de Guayaquil la respuesta? Mas bien, corregir la omisión, diseñar la fórmula histórica y jurídica para encontrar la equilibrada solución que nos permita seguir navegando orientados por las coordenadas cartesianas de Asenjo: “Progresar, progresar siempre…”

Ya es tarde, ustedes mañana deben madrugar, necesitamos que nos iluminen. Un gran favor, dejen hablar a los asistentes.

Un gran abrazo,