Antonio José Becerra

Mi profesor, mi maestro, mi amigo…

No es tarea fácil escribir sobre el profesor Remberto Burgos: no quiero omitir ningún aspecto de este magnífico ser humano, no solo profesor de neurocirugía, sino profesor de la vida, polifacético, médico, ganadero, escritor, político, poeta y excelente miembro de familia. Es el hijo mayor de los siete hijos que tuvieron el Dr. Remberto Burgos, también médico, y doña Carmen de la Espriella. Nació en Buenos Aires el 1º de mayo (Día del Trabajo) de 1955, cuando su padre se desempeñaba como Secretario de la embajada de Colombia en Argentina.

En la pequeña infancia regresó a Montería, capital del departamento de Córdoba, donde ancestralmente ha vivido su familia desde épocas de la conquista hispánica. Córdoba es joven: fue creado en 1951 en honor al general José María Córdoba y forma parte de los departamentos que limitan con el mar Caribe, región de gente alegre y amiguera, con un sello especial imborrable manifestado en sentimiento que traspasa fronteras. Ser “Caribe” es ser de la tierra de García Márquez, de Sánchez Juliao, de Juan Gossain, de Shakira, de Carlos Vives y de muchos, muchos otros, todos ellos personajes que poseen el encanto de ser originales, auténticos, transparentes como lo es el mar Caribe; de tener magia en la pluma y en los labios a la hora de echar cuentos o versos. De pertenecer a una tierra de poetas, artistas y escritores que encarnan el verdadero realismo mágico. Y eso es Remberto, un verdadero Caribe, un poeta, un artista, un excelente orador y escritor…

El profesional

El profesor Burgos realizó sus estudios de medicina en la Universidad Javeriana, y de neurocirugía en el Instituto Neurológico de Colombia, prestigiosa entidad fundada y dirigida por el profesor Jaime Gómez González, cuna de numerosos neurólogos y neurocirujanos de Colombia y Latinoamérica.

Su trabajo y dedicación por el paciente, su constante actividad y creatividad, su afición por la lectura, además de su insuperable ritmo de trabajo, virtudes que todavía conserva, cautivaron el afecto del Dr. Gómez, con quien aún guarda una estrecha relación y de quien heredó su estricta disciplina por el estudio, y su pasión por la investigación y por la publicación de temas médicos y relacionados.

El Instituto Neurológico fue su casa y a ella regresó a trabajar como profesor después de realizar un fellow en el hospital Henry Ford, en cirugía vascular y microcirugía, con el Profesor James Ausman. Fue también ahí donde comenzó carrera como profesor de la Universidad Javeriana por más de 20 años.

Como profesor, era un estudioso incansable, estricto, metódico, ingenioso. Claro, para los estudiantes indisciplinados, distraídos y vagos: “el terror”; para los estudiosos y comprometidos con la rotación por neurocirugía, el profe Burgos era la persona que disfruta enseñando, que disfruta aprendiendo con sus estudiantes; el didáctico que estudia los mecanismos del aprendizaje; el paso a paso; el dejar hacer “para que aprenda y mañana lo haga mejor que uno”; el genio de las metáforas… Con él aprendimos que el valle Silviano es como “una autopista para llegar a la cerebral media”, y que “el hipocampo es aquel baúl del cerebro donde duermen los recuerdos”.

Es autor de más de cincuenta artículos neuroquirúrgicos, innumerables textos de neurocirugía, capítulos de libros y artículos sobre series de casos, artículos de tumores cerebrales, y de videos para enseñanza de residentes y neurocirujanos jóvenes, entre otras publicaciones.

La cirugía vascular de tumores y de columna son los principales temas de su enseñanza médica, que no se limita a cómo colocar un gancho de aneurisma u operar un tumor cerebral; incluye el aprendizaje del disfrute y goce de un buen caso, y también cómo enfrentar una complicación de una cirugía y canalizar las experiencias negativas hacia el aprendizaje y el crecimiento personal, a ser respetuoso del acto quirúrgico y del paciente, a no minimizar ninguna cirugía por pequeña y simple que parezca.

Cuando dicta charlas sobre temas de actualidad, los presenta desde el punto neurobiológico o neurofisiológico; les enseña a los concurridos auditorios no solo de estudiantes universitarios sino también de bachilleres, cómo actúa el cerebro en diferentes situaciones, su afección con las drogas, con los abusos… Cómo funciona el cerebro de un corrupto, de un deshonesto… Este último es uno de los temas que con mayor fuerza ha trabajado.

Sus conferencias están llenas de sesudas reflexiones y actúan sobre las nuevas generaciones como antibióticos tratando de combatir a una enfermedad infectocontagiosa que padece nuestra patria, y muy fuertemente su querido Córdoba: la corrupción, la deshonestidad, la pérdida de los valores morales y éticos. En cada charla, el Dr. Burgos inyecta una dosis de vacuna inmunizante al crear conciencia de la necesidad de trabajar con honestidad, y de repudiar socialmente a los corruptos. (Son célebres sus frases como: “No es posible sembrar la semilla de la transparencia en el cerebro de nuestros adolescentes si no se combate la plaga de la impunidad).

Su opinión y reflexiones sobre temas sensibles del momento, como el incremento del consumo de la marihuana en el país, la salida de la iglesia del cura Linero o el polémico discurso del entonces presidente del Senado en la posesión del nuevo Presidente de Colombia, Iván Duque, son presentados en sus columnas publicadas en periódicos y medios de comunicación masiva de diferente índole, refugiadas en la objetividad de los procesos neurobiológicos y en la agudeza de su pluma inspirada por los dioses. Burgos escribe con la fuerza de un huracán del Caribe.

El político

Remberto viene de una familia que por más de dos siglos ha participado en la política colombiana; sus miembros han sido activos líderes regionales; su abuelo paterno, Don Remberto Burgos Puche, fue el promotor de la creación del departamento de Córdoba. Una persona sencilla, humilde y soñadora, quien, en su máquina de escribir Olivetti, acomodado en el balcón de la entrada a la casa de La Ermita –hermosa finca que con gran orgullo conserva y disfruta Remberto–, escribía los artículos para los periódicos locales y nacionales. En ese rincón también se trazaban políticas de gobierno departamental y nacional, con el presidente Mariano Ospina Pérez y muchos otros líderes políticos del partido conservador.

Si uno le preguntase al Dr. Burgos quién era su abuelo, el primero de los Rembertos, con gran orgullo podría contestar: “El que me hacía soñar regresar a Montería en vacaciones cuando estudiaba en Bogotá en el San Bartolomé, para estar a su lado”, pues él era su nieto mayor y consentido. Al abuelo le debe muchas cosas: el valor de conservar a la familia unida, la importancia de almorzar juntos los domingos, el beneficio que ofrece no apartarse de Dios… Pero, quizá la más importante: aprender a soñar. Él soñaba proyectos grandes, acueductos, vías de comunicación… es el Padre del departamento de Córdoba.

Su papá, el Dr. Remberto Burgos Pareja, fue secretario de la embajada de Colombia en Argentina y senador de la república; integró la comisión de Salud en la Cámara de Representantes. De él heredó la persistencia, la resistencia, la resiliencia…

Los médicos somos políticos, debemos ser políticos, no por ocupar cargos públicos, sino porque servimos a la comunidad. Los políticos son importantes, trazan las políticas, encaminan hacia una ruta… (Lo que pasa es que ser político está muy distorsionado). Remberto Burgos de la Espriella fue miembro del partido Conservador y ahora lo es del Centro Democrático. Fue presidente de la Asociación Colombiana de Neurocirugía; presidente del exitoso congreso latinoamericano en Bogotá en 2008, presidente honorario de la FLANC, integrante del comité de educación de la FLANC, y es miembro de número de la Academia Nacional de Medicina.

Familia

El 6 de septiembre de 1980, poco antes de hacerse especialista en neurocirugía, y antes de partir para Canadá y luego hacia Chicago para hacer los fellows, emprendió una nueva etapa de la vida: su matrimonio con la bella María Stella de la Ossa, la hija del vecino del barrio. Juntos han seguido la hoja de ruta recomendada por el abuelo, el viejo Remberto: “Mijo, cuando María Stella esté disgustada, échate a reír; y cuando tú lo estés, dile a ella que haga lo mismo. Las palabras calientes queman el corazón y destruyen la relación de pareja”. A María Stella la acompañan una aristocrática elegancia, la discreción, la generosidad, la sencillez, su compromiso con la familia… No alcanzan los adjetivos para enumerar sus incontables virtudes.

Tuvieron tres hijos: María Patricia, María Angélica y Remberto Miguel (Remberto IV), exitosos profesionales preparados en el exterior.

El campesino y empresario

La Ermita, Los Cocos, Holanda, Katanga, las hermosas y fértiles praderas a orillas del río Sinú, no son nombres desconocidos para los que vivimos y compartimos el día a día con Remberto y su gusto por el campo. Remberto Jr. (el “Mono”) siente, como su padre, una gran atracción –casi obsesión– por la finca, y lo ha respaldado y secundado en la creación de una importante empresa ganadera, que nació y se financió con lo que los médicos llamamos “del consultorio”, y que se adorna también con hermosos caballos de paso colombiano, caballos árabes, curiosidades de miniponys de diferentes tamaños, y bellos ejemplares pollinos.

Yo mismo comparto esa afición por el campo; soy ganadero, no solo por el apellido (Becerra), sino también por tradición familiar, como lo soy de tradición neuroquirúrgica; Oí en la finca expresiones de los amigos de mi padre, como: “vea esos terneros, ya están pariendo los aneurismas del Dr. Becerra”.

La Ermita no solo es ese paradisíaco lugar lleno de recuerdos de infancia, donde aún se conservan los libros y el armario de la ropa del abuelo. En cada rincón hay historia, hay un trozo de vida de los antepasados; es ese ancestral lugar que, con su buen gusto, María Stella ha conservado y decorado. La Ermita, el mágico lugar de la inspiración de los sueños del abuelo y ahora del Dr. Burgos, el mágico lugar del quiosco y las centenarias matas de bambú que han guardado muchos, pero muchos secretos, también será el sitio donde algún día pasará sus últimos años y donde reposará y pasará a la eternidad nuestro querido maestro. Dos cosas para terminar: “Los hijos son las cadenas que prolongan la vida cuando partimos”, de su tío oftalmólogo y poeta. Enán Burgos Perdomo. Toca trabajar duro para en el mañana poder cosechar.