En esa época antes de elecciones tenía que aumentar el arroz en la casa y hacerlo en la olla que lo precipitara al fondo. Cocinarlo suave y dejar que, como pavimento bien hecho, se pegara al fondo. Al Senador lo ponía muy nervioso estos tres meses. Llegaba de gira de los pueblos, y cavilaba en la cocina. Contemplaba la olla e hipnotizado empezaba a comer pegao. En la parte inferior de la nevera le tenía el acompañante: el suero costeño guardado celosamente en el recipiente que le regalaron en Sampués. Cucayo con suero en la madrugada; su fórmula para mitigar la volatilidad de los votos responsable de su ansiedad. El doctor Queseep le decía que el pegao producía cáncer (suelta la acrilamida, probablemente cancerígeno) pero no le hacía caso.
Este hecho muestra lo que ciertas situaciones pueden desencadenar en el individuo. Las respuestas ante el estrés son de dos tipos: una positiva, que impulsa a la solución, tolerancia y superación del problema. Otra negativa, en donde el individuo se refugia en ciertos escapes para evadirlo, y estimula con engaños su sistema de recompensa. Cae en lo que denominamos adicción y la comida una de ellas. La obesidad y el sobrepeso con riesgos cardio cerebrovasculares son las consecuencias. Es tan fuerte la adicción que se presenta el fenómeno conocido como “la paradoja de la obesidad”. Hacen caso omiso los pacientes con Accidentes Cerebrovasculares (ACV) que, aunque se le recomiende bajar de peso, sucede lo contrario: se siguen engordando.
La adicción secuestra el cerebro. Hay razones muy claras: la corteza prefrontal donde está el autocontrol y la regulación de los impulsos es paradójicamente débil y más delgada en los enfermos que tienen éstos enviones incontrolables. Hipotálamos disfuncionales en la torre alterada y llena de sistema de recompensas cerebrales aturdidas. Se sabe que entre mayor grasa corporal menor cantidad de sustancia gris.
La adicción es un problema social y de salud pública, pero en los políticos tiene una connotación especial. La historia nos ha mostrado que muchas de las decisiones se tomaron bajo el efecto del alcohol (Nixon), otras bajo el efecto de analgésicos opiáceos (Kennedy) y algunos debates sobre temas fundamentales algunos de los protagonistas han estado para el espejismo irreal de las sustancias psicoactiva. La historia cuenta las jornadas de trabajo de Churchill quien convocaba reunión de gabinete a mediana noche y terminaban en la madrugada con whisky y cigarros. O el comportamiento indecoroso de Yeltsin, fue encontrado en la avenida Pensilvania en ropa interior, comprando pizza habiéndose escabullido del servicio secreto (suceso este contado por Clinton en sus memorias).
Ojos vidriosos, pupilas dilatadas, risas inmotivadas, prosodias cantinflescas e incoherencias mayores que las habituales son los síntomas. Preocupa cuando están bajo efecto de cocaína o bazuco. Los consumidores cambian su forma de pensar, tienen momentos de euforia, hiperexcitacion, falsa felicidad o paranoia. Hay desconexión con la realidad y los efectos tardíos son impredecibles. Al día siguiente no recuerdan ni que firmaron
Quizá el mayor problema de los adictos es que dejan todo por el vicio que los ha extraviado. Irresponsables en el trabajo, superficiales en los conceptos, abandonan y alejan a la familia. Un ciclo de autodestrucción pues su sistema de recompensa este encadenado por la droga. Como el jugador, pierde todo y lo poco que consigue lo gastan en la “última aspirada”. Desconocen que la búsqueda insaciable del placer con los niveles alterados de los neurotransmisores implica un daño cognitivo en los procesos de memoria y capacidad de juicio y raciocinio.
Ahora bien: ¿se subiría en un avión cuyo piloto es un adicto? ¿Se dejaría operar si su cirujano es consumidor? Las responsabilidades de los políticos son mayúsculas: llevar a puerto el bienestar social. ¿elegiría un consumidor para que sea nuestro representante en el legislativo o lleve las decisiones ejecutivas ¿? Suena fácil justificarlos: ellos son el reflejo de la comunidad. ¡No lo comparto! Deben ser el ejemplo de la sociedad que los elige. A estos colombianos enfermos hay que rehabilitarlos no elegirlos.
Diptongo: ¿tenemos derecho a consultar las historias clínicas, documento privado y reservado, de quienes libremente han decidido postular su nombre a cargos de elección popular? Es preciso conocer su salud mental. Sin transgredir el Juramento Hipocrático, una declaración bajo la gravedad del juramento de no adicción es el primer paso.