REMBERTO BURGOS

M.D. NEUROCIRUJANO

La felicidad es encontrar el camino de la paz interior y devolver a tus congéneres lo que la vida generosa nos ha dado.

En este espacio quiero compartir con ustedes las columnas de opinión, las crónicas y artículos que escribo para diferentes medios de comunicación, con la intención de establecer una retroalimentación que nos nutra mutuamente y nos permita encontrar una salida pacífica y consensuada a la problemática actual de nuestra querida nación.

TEMA DE LA SEMANA

Helena Baraya de Ospina

Hay cariños que se heredan y amistades que se transmiten como cromosomas del afecto Son los replicantes filiales. Se mantienen en el gen del corazón y las coronarias que transitan en la vida se encargan de robustecerla. Engrandecen y se hipertrofian cuando hay afinidad y vamos por la misma senda, la que labra una sociedad más justa y un país incluyente en el mismo tejido social. Ese es mi caso con los Ospina. Mi abuelo Remberto siempre junto al Expresidente Ospina Pérez y, unidos el par de viejos, recorrieron antes de morir Córdoba y allí se despidieron. Querían demostrar que había conservatismo. Tu amigo constante fue la última frase del Expresidente a mi Abuelo.

Mi padre al lado de Marianito, el ingeniero y el estadista que el país no eligió presidente, quedo siempre como la reserva conservadora para frustración de muchos colombianos. Y nosotros, la tercera generación, avanzamos unidos. Ángela, hoy Embajadora en México y quien escribe. Muchos años de trabajo compartido y convicciones comunes. Desde oficios diferentes, ella politóloga y yo neurocirujano, pero cercanos. Hemos intentado aportar nuestro talento para construir una mejor patria haciendo eco a nuestros ancestros. Y en ese círculo crecimos. Evocamos a Doña Bertha, la que inspiró el coraje en los momentos trémulos de la nación.

Hoy despedimos a Helena Baraya. Siempre me cautivó su elegancia. Rubia de piel blanca, parecía una orquídea de similar tono. Con ojos soñadores y azules que solo se encuentra en las espumas del Río Sinú. Optimista y decidida acompaño a su marido en sus años finales. Como le exigía y estimulaba especialmente en los tiempos de su dolencia. Pensé que se derrumbaría cuando Marianito falleció Le saludé en la Iglesia el día de su entierro y en ese abrazo filial me dijo en secreto: “vamos pa alante.” Recordé el Jardín Botánico en Medellín y Congreso Mundial de Orquidelogía que encendió la chispa de su reinvención. Helena se propuso reunir la sociedad civil de Medellín alrededor de este macroproyecto y lo logró.

Empezamos a garabatear en La Linterna Azul donde generosa, aceptaba mis reflexiones y, nunca rechazó o sugirió corregir uno de mis escritos. Fue una demócrata, una conservadora liberal. Cerebro joven, activo y metabólicamente inquieto de quien se desempeñó como Editora de nuestro portal. Ángela describía como le encantaban a su mamá los viajes. Conocer y descubrir cosas nuevas, el aprendizaje a cualquier edad es lo que mantiene el cerebro juvenil y da origen a las conexiones sinápticas.

Hace unos días ingresó a la clínica. Su mente lúcida y sus pupilas vivaces me saludaron con el apego de siempre. A pesar de mis palabras positivas, vio en mi rostro la preocupación por su salud. Exploré su estado mental y por Dios, respuestas frescas y vibrantes. Que vitalidad. Sin embargo, la edad cronológica le juega trampas a la edad funcional. Su sistema corporal se fue cansando. Paulatinamente se fue apagando.

El Día de la Madre no pude viajar a Montería. Fui a visitarla y sonrió con la mirada cuando le dije que era nuestra paciente consentida. No obstante, la saturación, como la vida, disminuían. En este país, donde morir de muerte natural es un privilegio, la vida premia a los seres buenos, como Helena, con esa bendición. Repase como mueren las orquídeas: serenas, en paz y blancas. Falleció de muerte natural, sin sufrimientos, rodeado de su familia y del cariño de sus amigos.

No acostumbro a pensar en epitafios, pero en mi corazón y parafraseando a Benedetti guardo el de Helena: la mujer que nunca se rindió. Conjugó el antídoto para el Alzheimer y la vitamina para el alma: más proyectos que vida.

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Ante las crisis

Una cosa es el sentimiento y otra el comportamiento.

No siempre las cosas “son color de rosa” en las relaciones humanas y las crisis personales llevan a los seres a reaccionar de acuerdo con el momento que internamente viven. No necesariamente se necesita tener argumentos contra otro para justificar un deseo de cambio: la calma y el respeto por todo un camino, mayormente bonito deben primar siempre y el manejo de un criterio férreo a la hora de intentar dar explicaciones a terceros, que no tienen ninguna importancia en la historia de vida de quienes sufren su propio momento.

Quizás aparezcan arrebatos combativos, conductas difíciles de entender y que incluso pueden generar dolor en el corazón: Un “te odio”, con frecuencia, de un muchacho adolescente a su madre, solo son palabras de crisis y de ninguna manera una real falta de amor. El amor es lo que prima al igual que el momento de aprendizaje para ambos: no se puede generar abandono en la crisis cuando se conoce bien la esencia de la persona, su valor y todo ello basado en el afecto: el amor cuando es de verdad todo lo supera. Nadie deja solo a quien ama, a la vera del camino, si está atravesando situaciones que en su momento parecen incomprensibles: debería buscarse un aire de comprensión. La agresividad, el grito de dolor y la confusión pueden apoderarse cuando aparece la impotencia sin que la descalificación del momento signifique un real deseo de ofender o maltratar: desafortunadamente las personas difícilmente manejan una madurez “de libro de psicología” y en realidad, en la vida, las situaciones pueden llegar en momentos en los que hay saturación y cansancio.

Se arman conflictos, se pierde la paciencia, sucumbe la serenidad y empieza a configurarse el miedo de ser incapaz de responder al momento de confusión en forma adecuada: hay instantes en los que se olvida el balance de lo positivo, lo construido, lo fundamental y quizás lo más atractivo es dejarlo todo; es cuando la mejor arma parece ser la memoria de lo que molesta, dolió, desconcertó y eso como argumento para sí mismo e incluso para intentar buscar algún apoyo en los demás, es totalmente sesgado.

Nadie, que no tenga la suficiente madurez e información para garantizar la objetividad, debería meterse en vidas ajenas para aprobar o aconsejar o criticar y, así las cosas, se puede echar leña a un fuego que arde sin control cuando lo honesto es tratar de ser constructivo y respetuoso de la situación en sí y no de la complacencia y una falsa palmadita de aprobación. En el ejemplo del adolescente, cuando este sale a su grupo a quejarse de la actitud de sus padres, difícilmente habrá una voz que le indique algo diferente a la rebeldía.

Cuando entre adultos hay conflictos, lo adecuado es tener claro que lo más importante es escuchar, si se lo piden, pero abstenerse de opinar y mucho menos dirigir el tema hacia una u otra esquina. El tiempo y el espacio pueden permitir que las aguas turbulentas se aquieten y así es más factible que vaya apareciendo la claridad individual que es lo que finalmente debe buscarse. En el fragor de la pesadilla nunca aparecen soluciones sanas y las persona necesitan ordenar sus procesos para así vislumbrar la luz que muestre más pertinentemente cual es el sendero más adecuado y que finalmente vale la pena tomar, o rescatar, o desechar.

El amor y los valores ciertos y confiables y la fe en Dios dan la fuerza para entender que, si se trasegó en momentos duros y se consiguió ir despejando el horizonte de mil batallas, seguramente cuando se tiene más experiencia no es justo quemar las naves. Y cuando algo se muestra maravilloso y casi perfecto, tenga cuidado pues generalmente hay escondido algo difícil de captar que puede horadar y dañar lo que realmente vale mucho, se quiere mucho y necesita ser resistido precisamente en los momentos de mayor duda.

restefan@gmail.com

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